“Tu amor abrió una herida
porque todo lo que te hace bien
siempre te hace mal
tu amor cambió mi vida como un rayo para siempre,
para lo que fue y será (lo que fue y será)”.
porque todo lo que te hace bien
siempre te hace mal
tu amor cambió mi vida como un rayo para siempre,
para lo que fue y será (lo que fue y será)”.
Tumbas de la gloria –
Fito Paénz
Cine
dual.
Mutua
complicidad ensañándose al atardecer.
Tal
cuál;
destripando
latidos amparando pulsaciones
a
contra luz, despidiendo otro día
midiendo
anestesias
pintando
benignas sonrisas.
–
¿Recuerdas el pasado?
–
No, no podría ni siquiera
describirlo. ¿Estás cómoda quieres algo más?
Estática
primordial digitando pronombres propios,
atenuando
venas aspirando
calma
inmutable, disfrutando cada silencio
adornando
toda palabra contenta por estar entre brazos cálidos.
Sequedad,
de labios rajados, aminorando recuerdos paganos,
sin
nosotros entrelazando pensamientos, con los ojos cerrados
extralimitando
prudencia saciando deseo a instantes idóneos;
¡separando
mordidas en el labio inferior;
antes
de ir por otro calentamiento!,
medida
justa mermando con la lengua historias
antiguas.
–
¿No quieres un postre?
–
Es posible; ¡sorpréndeme!,
estaré harta de ir a la delantera.
–
Te sigo, vivo para ti, voy por
dónde tú vayas. Si fueras actriz; quisiera ayudarte con tus líneas. De ser
pintora limpiaría tus pinceles. O si fueras cantante; me limitaría a ser tu fan
número 1.
Bruma.
Recuerdos nuevos, frescos e incendiarios acelerando benevolencias. Calma
infatigable, sequedad en el alama; de poder vivir atado tus humedades sedaría
trances sin soltarme de tu piel legítima amante; ¡esos podría, debería, quisiera, tal vez;imaginaciones acordonadas me
están matando! Un cielo esquivo dictando las últimas horas del atardecer. Así
se van las angustias, crema y fresas, peligro y travesía. Cobrando impuestos
con los dedos siniestros escapando por dónde podrían prolongar suspensión
agitada. Adorno una fresa con corona de crema, dejo que la descabeces, alejo el
fruto y contamina conciencia precipitándome al fruto dulce entreabriendo
levemente el tesoro; deslizando los dedos. Placer infinito; impregnar la fresa
en tus labios, besarte y cubrirla de crema mientras la muerdes yo sigo el juego
vampiro; sensación incoherente que se repite por diversos puntos, suavidad del
fruto, cosquilleo de la crema y bocados eléctricos. Alcanzando al siniestra
avería; inquietando respiración abrillantando la fruta hipnotizando
profundidad.
Una y
otra vez…
–
¿Qué quieres de mí?