Brisa de
alfileres, merodeando cada sitio dónde pueden extrañarse;
decibeles
apuntados extenuando suplicas y castigos
desde un ojo
moreteado aproximándose,
al
beneplácito de la tormenta; ensangrentando adjetivos cobrados
del
desplante injurioso.
Balanza,
equilibrando templanza.
Serenidad
provocando jodidas alabanzas sin retorica quebradiza.
Una y otra
vez.
Ver.
Verse,
desvivirse y creer ser.
Viento;
creyendo que el viento cura las heridas,
Resiste las
huidas y se apodera de los telegramas inestables, volviendo al cuento cada vez
que tengas apetencia de decir algo y yo quiere quebrarte con palabras al oído;
propias, nuestras y simplemente eternas.
“De lo único que estaba consciente era del peso
de los cuerpos, la altura de los edificios y
de sus manos. Le pedí que se acercara y me
diera su mano. Que ansiaba estrechar”.
Una nave espacial de ternura hacia la luna–Layla Balbaki
Desavenencia
bulliciosa, atenuando hogueras, que quizás no dieron en el blanco significado
que sólo estaba rondando respuestas/ deseando soñar y creer que al final,
despertar era el principio divino aconsejando
pronunciar apartados significativos, reales e inauditos.
Mis palabras
son tan simples, que al encontrarme mudo, modelando un ritmo; sigo la música en
el reproductor, esperando resuene el estilo y no se verifique mi tontera, así,
van inquietas todas las letras, aprendiendo espacios y desprendiendo una simple
tonada; que se ha repetido en variadas oportunidades; “quiero que seas el final de éste viaje”, oprimiendo el anhelo de
querer y ser correspondido.
Tierra
firme, sabes.
Un lugar
dónde encontrar la chispa para sentirme vivo, que vale la pena cada día; y
escapar de la terrible soledad. Un gesto pleno, una palabra amable, un tal vez increíble.
Quizás
conocer algunos de tus pensamientos.
Enredarme
con fe en tus pestañas.
Ensayando un
beso atómico.
Saltar e ir
por las estrellas.
Simpleza.